Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1881-1882 (Cortes de 1881 a 1884)
Sesión: 20 de mayo de 1882
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 131, 3626-3630
Tema: Tribunales colegiados

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Me levanto, Sres. Diputados, con toda aquella calma, aquella serenidad de espíritu y aquella frialdad que mi querido amigo el Sr. López Domínguez, como militar experto, recomienda como indispensable a todo general que se encuentra al frente de un ejército en derrota, batido por sus adversarios; a pesar de que, siguiendo el ejemplo de S. S., esto más que derrota de un ejército parece batalla de indisciplina, y en batalla de indisciplina, ya lo sabe el general López Domínguez, no basta la serenidad, es indispensable la energía. (Muy bien, muy bien.)

Sí, Sres. Diputados; me levanto con toda aquella serenidad, con toda aquella calma, con toda aquella frialdad que el general López Domínguez recomienda al que dirige el timón de un barco durante terrible tempestad en la procelosa mar; pero es necesario para quien maneja el timón, que la tripulación no le oponga dificultades en el movimiento que le haya de imprimir, si él ha de tener un día la responsabilidad de la desgracia, o ha de tener la gloria de haberse salvado el buque en la terrible tormenta que corre.

Señores Diputados, ¿se ha dado en la historia parlamentaria de este país, ni en el de ningún país, ejemplo igual al que se está dando aquí? El Gobierno tiene que cumplir compromisos. ¿Y quién ha dicho que no los va a cumplir? ¿Y quién ha dicho que no los cumplen este mismo proyecto de ley que se está debatiendo, mucho mejor que en otros dictámenes que aquí se han presentado? Tiene el Gobierno los compromisos que ha contraído en la oposición, y esos compromisos se cumplirán, y esos compromisos se realizarán. Pero, señores, ¿lleva tanto tiempo este Gobierno desde que se constituyó, mucho más teniendo en cuenta las cosas que ha tenido que hacer y las dificultades que se le han venido encima, para que así sea acosado y sea obligado a presentar todas las reformas de repente, en un día, y estimulado, no por sus adversarios, sino por los que se llaman sus amigos?

Hemos tenido ya grandes batallas, hemos tenido grandísimas dificultades. Y esas dificultades las han traído las reformas, Sr. Balaguer, las reformas; que el Gobierno no sólo estaba obligado y comprometido a hacer reformas políticas, sino que también tenía que hacer las económicas; y las reformas económicas que hemos traído nos ha ocasionado muchas dificultades y no nos han permitido empezar aún las reformas políticas. (Aprobación.) ¿O es que aquí pueden los amigos (puesto que de los amigos tengo que hablar y hablo; que los adversarios que tenemos enfrente callan, y hacen bien; se callan y se aprovechan de los procedimientos de algunos amigos nuestros; de los amigos, pues, tengo que hablar), o es que sólo está obligado el Gobierno a traer las reformas que agradan a unos, y no traer las reformas que sean desagradables a algunos? Pues el Gobierno está obligado a traer todas las reformas; las unas y las otras. (Bien, muy bien.)

Pero, señores, se habla del Jurado; del Jurado, que dicho sea de paso, se quiere que venga con tanta prisa, con tanta urgencia, que yo no puedo menos de decir una cosa, y es, cuando venga el proyecto, que vendrá pronto, veréis a muchos Diputados liberales constitucionales, y que han sido siempre constitucionales y liberales, a quienes no parece bien, y votarán en contra; porque es necesario persuadirse de que aquí gobernamos para el país, y no sólo para aquellos que más entusiasmo puedan tener en ciertas reformas, no; aquí gobernamos para el país, y hay muchas regiones en España, muchas, que no han de recibir con júbilo el Jurado que todos deseamos implantar.

Tenemos el compromiso de establecer el Jurado, y es imposible haber hecho más de lo que ha hecho el Gobierno al efecto. Ha cumplido el Gobierno perfectamente todos sus compromisos; el espíritu de la Constitución de 1869 está entero en la obra que se propone el Gobierno y en lo que el Gobierno hará. Dice la Constitución del año 1869: "Se establecerá el juicio por jurados para todos los delitos políticos y para los comunes que determine la ley. " Este es el compromiso que tiene el partido, según la letra y el espíritu de la Constitución del año 1869. (Bien, muy bien.)

Señores Diputados, la Constitución del año 1869 establece este precepto; ¿sabéis cuánto tiempo tardó aquel Gobierno en constituir el Jurado, y lo constituyó mal? Pues tres años. Hasta tres años después no se constituyó el Jurado, y a nadie se le ocurrió ni a los mismos adversarios, obligar a aquel Gobierno a establecer el Jurado inmediatamente, en el día, como estaba acordado en la Constitución de 1869; y hoy se exige por los amigos del Gobierno que mañana mismo se plantee el Jurado. (Bien, muy bien.)

Llegó el año 1872, y el Jurado, después de tres años de estudio, se establece en España; y yo no tengo necesidad de recordar a los Sres. Diputados los efectos [3626] que el Jurado produjo; pero puedo decir que con aplauso de los mismos que lo establecimos, el Jurado se suspendió. (Grandes rumores: No, no. Sí, sí.)

 Con aplauso de los mismos que lo establecieron, el Jurado se suspendió por los efectos que producía, por la falta de precaución con que se estableció. (Muy bien, muy bien.)

Señores Diputados, hubo necesidad de suspender el Jurado para volverlo a plantear, pero para ver cuáles habían sido las causas de su descrédito, para estudiar esas causas y para remediarlas. Con este motivo, el entonces Ministro de Gracia y Justicia, siendo a la sazón Jefe del Estado mi ilustre y querido amigo el Sr. Duque de la Torre, pidió informes a todas las Audiencias de España, preguntándoles la causa del mal resultado que había tenido la institución del Jurado, y contestaron todas las Audiencias que el Jurado había tenido ese resultado que todos lamentábamos, por falta de preparación, por falta de la organización de los tribunales estableciendo el juicio oral y público.

Se formó sobre eso un expediente, y aquel Gobierno cauto, queriendo que el Jurado se restableciera, pero que se restableciera con garantías de estabilidad, pasó el expediente al Consejo de Estado, que a la sazón no estaba compuesto seguramente de personas muy conservadoras, y el Consejo de Estado, conforme con las opiniones de la Audiencias, dijo que la estabilidad del Jurado dependía de que tuviera por base los tribunales colegiados y del establecimiento del juicio oral y público.

Si esos son los antecedentes de la cuestión cuando era el Duque de Torre Jefe de Estado; si lo mismo las Audiencias de aquel tiempo que el Consejo de Estado y el Gobierno creyeron que en efecto para restablecer el Jurado era necesario empezar por organizar los tribunales, estableciendo el juicio oral y público, ¿no hubiera sido una torpeza de parte del Gobierno, que quiere restablecer el Jurado, no empezar por la base que echaron de menos la Audiencias de España y que echó de menos el Consejo de Estado? ¿Y qué ha hecho este Gobierno? Puesto que se estaba modificando la organización judicial, estudiada por jurisconsultos eminentes, ¿qué podía hacer más para llegar al planteamiento del Jurado, que empezar por restablecer las bases que, según las Audiencias y el Consejo de Estado y todas las personas conocedoras del asunto, eran necesarias para la estabilidad y permanencia del Jurado? De conformidad con esto, el Gobierno se ha precipitado a traer a las Cortes el proyecto de organización jurídica del país como base del planteamiento del Jurado.

Pero ahora se dice: ¿y por qué no trae el proyecto del Jurado? ¡Ah! Sres. Diputados. Que me lo presente cualquiera de los señores que tanta impaciencia tienen, y aquí los vamos a discutir enseguida; yo les aseguro que no tendrían en su favor 20 votos de la Cámara, cualquiera que sea el que lo presente. (Un Sr. Diputado: ¿Para qué sirve el Gobierno?) Le deja libre el Gobierno; venga el proyecto. (Un Sr. Diputado: Dejadlo libre ahora.) ¡Sí ahora no se trata del Jurado! (Bien, muy bien.)

Los que creen que se puede establecer el Jurado inmediatamente y que se podría votar en esta legislatura, no saben las dificultades que hay que salvar para plantear el Jurado; no saben los problemas que envuelve su planteamiento, y no saben cómo de la buena o de la mala resolución de esos infinitos problemas depende la existencia o no existencia del Jurado.

Aquí se han confundido dos cosas; confusión que depende del punto de vista que tienen las diversas fracciones que hay en la Cámara.

Hay una fracción que cree que el Jurado, único tribunal, debe entender en todo. Para ese caso el Gobierno ha declarado ya que la organización jurídica que presenta en reemplazo de la organización jurídica actual es innecesaria; porque si ha de venir pronto el Jurado, y ha de ser único tribunal y ha de entender en todos los delitos y en todo cuanto a la justicia se refiere, sería inútil hacer esta organización para cambiarla inmediatamente.

Para eso indudablemente el proyecto que hoy discutimos no sirve. Pero yo pregunto: ¿quién, qué individuo del partido constitucional ha adquirido jamás ese compromiso? Porque yo no le conozco. Que el Jurado sea en España el único tribunal que conozca de todos los asuntos, yo no conozco a ningún constitucional que lo haya jamás propuesto ni proclamado. Pero es más: tampoco conozco a ningún radical que hasta ahora haya propuesto semejante cosa.

Señores Diputados, querer que en España, donde no ha habido nunca Jurado, y que cuando le ha habido ha dado resultados funestísimos, no por la institución, sino por falta de preparación para establecerlo; querer que en España, donde hay tanta dificultad para encontrar testigos que ayuden las investigaciones de la justicia, y donde no hay gentes que tengan a honor el cargo de jurado y se presten a cumplir ese deber, porque deber es; querer que en España se plantee el Jurado en un día, yendo mucho más allá de lo que se puede ir, no lo concibo, no lo comprendo, más que por esa impresionabilidad, hija de nuestro carácter, que nos lleva a no hacer las cosas sino marchando de exageración en exageración; y por el camino de la exageración resulta que no se puede ir más que al abismo.

Para los que quieren eso no sirve el proyecto de ley presentado por el Gobierno; pero para los que quieren el Jurado tal como está organizado en todas las Naciones de Europa, tal como resulta de los compromisos adquiridos por el partido constitucional, para esos, no sólo sirve este proyecto de ley, sino que es preciso decir que sin este proyecto de ley no hay Jurado. (Bien, muy bien.)

Si este proyecto de ley de organización de tribunales es necesario para el Jurado, tal como nosotros lo entendemos, tal como podemos y debemos plantearle, dados los compromisos que tenemos adquiridos; si para la organización del Jurado es necesaria esta organización jurídica. ¿Qué inconveniente hay en que aceptemos esto, dejando así sentada la base para establecer el Jurado? ¿Qué dificultad hay en esto, si el Jurado no viene a ser más que el complemento de la organización jurídica nueva que damos al país?

Y es que no hay otra cosa; es que nosotros no nos hemos comprometido más que a esto; y por tanto, resulta que la consecuencia está exclusivamente de parte nuestra, no de parte de aquellos que quieren hacer cosas a las cuales no nos hemos nosotros comprometido.

Señores Diputados, los tribunales colegiados, el juicio oral y público, el Jurado para ciertos y determinados delitos; esta es la organización jurídica que va a tener el país, y a esto ni más ni menos es a lo que van encaminados todos los proyectos del Gobierno. ¿Se hace más en alguna otra parte? Ved lo que sucede en Francia. De 100 casos, en sólo 10 o 15 interviene el [3627] Jurado, en todos los demás entienden los tribunales de Justicia. Pues en España ha de suceder poco más o menos lo mismo, y no debemos tener la pretensión, hoy por hoy, de ir en este punto más allá que las Naciones de la Europa moderna. (Bien, muy bien.)

E muy fácil pasar por liberal. No hay sin embargo cosa más incómoda y más difícil que serlo de veras. Se trata del Jurado; el Jurado es una palabra que suena bien; el país desea el Jurado; los partidos le han proclamado en su programa; el Jurado pasa por cosa muy liberal: pues se pide mañana mismo el Jurado. ¿Con qué condiciones? ¿En qué va a intervenir el Jurado? ¿Cuáles van a ser los límites de su competencia y de su jurisdicción? ¿Cuál va ser la organización del Jurado? ¿Quiénes van a componerle? ¡Ah señores! Esto ya es un poco largo, pero no importa: el Jurado hoy mismo; ante todo el Jurado. ¿Es que por plantear el Jurado sin la debida preparación, el Jurado cae mañana cuando caemos nosotros? Pues tanto mejor; así podremos decir con orgullo: "Véase si somos liberales; hemos implantado el Jurado; pero caemos nosotros y cae el Jurado con nosotros; el Jurado no puede existir sino con nosotros. " (Bien, muy bien.)

¿Pero no se trata, Sres. Diputados, de que el Jurado sea organizado para que tenga estabilidad y para que nos sobreviva a nosotros? Pues es necesario tomar precauciones; es necesario estudiar el asunto; es necesario dar participación, no sólo a todas las colectividades, sino a todos los partidos; porque en esto no debe quedar ninguno excluido; porque no debe serlo cuando se trata de los asuntos que con la justicia se relacionan.

Nosotros presentamos la organización de los tribunales colegiados y el juicio oral y público siguiendo el pensamiento del partido conservador. Tanto mejor. ¡Ojalá podamos conseguir que acepten el Jurado el partido conservador y todos los demás partidos, porque esa será la única manera de que se establezca, y una vez establecido, el mismo Jurado con su conducta irá ensanchando su base, con su conducta irá prosperando y floreciendo, en lugar de caer envuelto en las ruinas de su propio descrédito. (Muy bien, muy bien.)

¡Ah señores! Sólo por cuestiones de que yo no quiero ocuparme ha podido darse a este asunto un carácter que no ha debido tener nunca.

Ya se trate del Jurado, ya de los tribunales colegiados, al fin y al cabo se trata de procedimientos de justicia para el país, y no es bueno que se mezcle en ellos la pasión política. Empezamos por estudiar este proyecto: ya se está estudiando. El Gobierno no ha podido caminar más de prisa. Al mismo tiempo que traía aquí lo que se ha considerado como antecedentes revolucionarios del partido, lo que se ha considerado como base para el establecimiento del Jurado, que estaba hecho, lo ha traído también y desea vuestra aprobación.

El Jurado, que necesita estudio, que necesita preparación, que necesita examen de las causas que produjeron antes su supresión; que necesita además inspirar simpatías a los que no son partidarios de él, lo están estudiando personas competentes con todo aquel detenimiento con que deben proceder los Gobiernos de buena fe que gobiernan para el país antes que para su partido, aunque sin abandonar nunca los principios de su partido, pero que tratan de hacer simpáticos los principios de su partido hasta sus propios adversarios. (Muy bien.)

Pero por una causa inexplicable (aunque yo me la explico bien), a algunos de nuestros amigos no les parece que el Gobierno cumple sus compromisos, porque no trae el Jurado inmediatamente. Y yo les digo: ¿qué derecho tienen mis amigos para exigir al Gobierno que haya de traer el proyecto hoy y no mañana, si el Gobierno les dice bajo su palabra de honor que no puede traerlo hoy y que lo traerá mañana? ¿Se ha visto eso jamás? ¿Recuerdan los Sres. Diputados algún partido en que eso haya sucedido? Yo no lo recuerdo.

Y se presenta un voto particular; pero ¿cómo viene ese voto particular? Pues viene, Sres. Diputados, ese voto particular de un amigo del Gobierno que es nombrado individuo de la Comisión por iniciativa del Gobierno, que no dice nada cuando la mayoría le nombra por iniciativa del Gobierno; que se le advierte a ese Sr. Diputado por el Gobierno que está propuesto para la Comisión que ha de entender en este proyecto de ley, y ese Sr. Diputado, ese amigo nuestro no dice nada. (El Sr. Linares Rivas: Pido la palabra.)

Acepta la elección; la acepta como candidato del Gobierno, y pasa el tiempo, y sus compañeros se reúnen y discuten, y el Sr. Linares Rivas no va ni un sólo día a la Comisión. Digo mal, fue el día en que la Comisión se constituyó y nombró presidente y secretario. Sigue la Comisión en sus trabajos, y ese Sr. Rivas no viene a hablar con sus amigos. (El Sr. Linares Rivas: Porque no me lo había pedido ese Sr. Sagasta.) (Rumores.)

Yo no quiero en esto combatir a S. S. Refiero los hechos para ver el significado que tiene su voto particular. El Sr. Linares Rivas no fue a hablar con sus compañeros y queridos amigos suyos. ¿Es que pensaba como ellos? Pues debía haber ido a ayudarles. ¿No pensaba como ellos? Pues debía haber ido a convencerles. Pero el Sr. Linares Rivas no hace nada de esto: ni trata de ayudarles en sus trabajos, ni de convencerles de que no obraban bien.

Y siguen las cosas adelante, y pasa el tiempo, y nuestros amigos dicen: este Gobierno no presenta nada, no hace nada. Pues presenten ustedes, decimos nosotros, señores de la Comisión, su dictamen; y el dictamen se presenta, y tampoco dice nada el Sr. Rivas; y la víspera de discutirse el dictamen nos trae un voto particular, del cual no tiene noticia nadie más que su señoría. Señores, ¿es este proceder, es esta conducta, son estos procedimientos los que deben seguir, los que han seguido siempre y siempre seguirán, a no ser que aquí se perturbe toda idea de amistad y de moral política, los que son amigos del Gobierno? (Muy bien, muy bien.)

El Sr. Rivas sabía que este ya no era un dictamen libre, porque venía aprobado por el Senado, y en el Senado hay muchos amigos de S. S., muchos correligionarios nuestros, jurisconsultos eminentes, sin hacer ofensa al Sr. Linares Rivas, me parece que tan eminentes por lo menos como S. S.; liberales, que han dado tantas pruebas de liberales por lo menos como las ha dado el Sr. Linares Rivas. Es más: en aquel alto Cuerpo están representadas todas las fracciones liberales del país; las más radicales, como las menos radicales dentro de la democracia, y allí también hay jurisconsultos distinguidos, tan distinguidos por lo menos como el Sr. Rivas; y sin embargo de que ese proyecto de ley estaba aprobado por unanimidad por nuestros amigos políticos, por los amigos políticos del Sr. Linares Rivas, por las fracciones democráticas del alto Cuerpo Co- [3628] legislador, S. S. no se toma el trabajo de venir a decir a sus compañeros de Comisión: "pues yo difiero de todos esos señores, y este proyecto es el más malo de cuantos han podido presentarse a la Cámara. " (El señor Linares Rivas: Eso lo ha dicho el Sr. Gamazo.) No ha dicho semejante cosa el Sr. Gamazo, que protesta contra eso. (El Sr. Linares Rivas: Que se traigan las cuartillas, que están por encima de todo. -El Sr. Gamazo hace signos negativos.) El Sr. Gamazo está diciendo que no ha dicho semejante cosa. (El Sr. Linares Rivas: Señor Presidente, pido que se traiga el último Diario de Sesiones. -Rumores.)

Señores, francamente, ¿se puede proceder de este modo? Y después de todo, en el voto del Sr. Linares Rivas lo único que hay de particular es el procedimiento, porque en todo lo demás, ¿recuerdan los Sres. Diputados qué significa el voto particular? Un aplazamiento de la cuestión; es decir, un aplazamiento del Jurado y de la organización de los tribunales colegiados para establecer el juicio oral y público. Siempre será un retraso respecto del dictamen del Gobierno; porque al fin y al cabo, de los dos proyectos que se necesitan, uno está ya aprobado por el Senado; basta vuestra votación para que quede aprobado por las Cortes y una vez sancionado por S. M. será ley, y no faltará más que el otro proyecto que el señor Ministro de Gracia y Justicia y yo hemos dicho en todos los tonos imaginables que no esperamos más que el tiempo preciso para resolver la cuestión con la prudencia con que estas cuestiones deben resolverse por los Gobiernos; pensamos aprovechar el interregno parlamentario, una vez terminada la legislatura, para que en la segunda sea presentado al Congreso o al Senado. ¿Qué es mejor, si la pasión no os ciega, Sres. Diputados, qué es mejor? ¿El voto particular del Sr. Linares Rivas, que deja al Gobierno la discreción de presentarle, advirtiendo en el preámbulo que deben tomar muchas precauciones y ser muy prudentes y estudiarlo con mucho detenimiento; qué es mejor, el voto particular del Sr. Linares Rivas, o el sistema del Gobierno, para llegar a lo que los mismos juradistas desean?

El Sr. Linares Rivas no tiene inconveniente en maltratar a sus compañeros y amigos los individuos de la Comisión, a los que trata con un desdén y con un desaire que no se acostumbra en los Cuerpos Colegisladores ni en ninguna parte. (Muy bien. -El señor Linares Rivas: Ningún individuo de la Comisión se ha condolido de eso.) Escrito está; venga el voto particular del Sr. Rivas, y yo leeré un párrafo que no se escribe nunca hablando de compañeros, y en el cual se trata al alto Cuerpo Colegislador con una falta de consideración con que no debe ciertamente tratársele. Al final y al cabo, este dictamen, del que dice en su voto particular el Sr. Rivas no creía que en un Congreso español se pensara siquiera en discutirlo, este dictamen ha parecido bien a todos nuestros amigos del alto Cuerpo Colegislador y a todos los Sres. Senadores, puesto que votado viene por aquella Cámara, y ha parecido bien a los dignos individuos de la Comisión, compañeros de S. S., puesto que lo han presentado al Congreso. (Muy bien.)

Resulta, Sres. Diputados, que el procedimiento por el Sr. Linares Rivas empleado no es de amigos; no digo que S. S. no lo sea nuestro, pero no es de amigos. Es más: no es ni siquiera de adversarios; porque un adversario hubiera ido a Comisión a ver si hacia prevalecer sus ideas, y en último resultado, después de tratar de convencerlos, si no era él convencido por ellos, hubiera presentado su voto particular como se hace siempre; pero lo que ha hecho el Sr. Rivas no lo hacen ni los amigos ni los adversarios. ¿Para qué lo ha hecho S. S.? Francamente, no puedo considerar esto sino como un pretexto para definir la actitud de S. S., para que se definan otras ciertas actitudes; de otra manera no se comprende, no se adelanta nada en la cuestión, sino que, por el contrario, se atrasa.

En el voto particular no se dan más garantías que en el proyecto para el establecimiento del Jurado; porque en último resultado, aprobado el voto particular le faltaría aún la solemnidad con que el Gobierno promete que el Jurado será presentado en la próxima legislatura; indicación hecha en el preámbulo del proyecto de ley presentado al Senado; indicación que hace sobradamente en el dictamen la Comisión. ¿Se quieren más garantías? Pues a ningún Gobierno se le han pedido nunca tantas, ni aun por sus más encarnizados enemigos. ¿Cómo han de querer más garantías los que se llaman amigos?

Los que quieren más garantías, aunque se dicen amigos del Gobierno, no lo son, no pueden serlo. Los amigos que han hablado en este debate y suponen que el Gobierno no ha hecho todo lo que ha debido hacer, no están enterados, no ya de las penalidades por que el Gobierno ha pasado y de lo que ha tenido que hacer, pero ni siquiera de lo que ha hecho; porque no tiene el Gobierno la culpa de que ciertos debates hayan llevado mucho tiempo, de que ciertas cuestiones se hayan discutido detenidamente y no se hayan podido examinar una porción de proyectos de ley que tiene pendientes de discusión, y otros que tiene formulados y que no ha presentado por no hacer alarde de traer aquí cosas que no se pueden discutir por falta de tiempo, y hubiera parecido alarde el presentar proyectos que no íbamos a discutir.

Pero ahí tenéis un proyecto de ley político, el de asociaciones; ahí está el proyecto de ley de imprenta, sobre el cual debo decir que el único reparo que se le pone es que para algunos delitos definidos en el Código penal se lleva a éste la penalidad para la prensa, que para otros delitos hay la pena de suspensión del periódico. Es verdad; pero no se llevan al Código los delitos que llamamos de imprenta, esto es, los delitos de opinión, porque esos delitos, que son de circunstancias, quedan fuera de él.

Mas la prensa puede también cometer otra clase de delitos, delitos comunes, y no hace muchos días que un periódico cometió un gran delito de estafa; y como en el Código están comprendidos todos los delitos comunes, y por la prensa pueden cometerse, el Gobierno, que ha querido rebajar la penalidad para los delitos que la prensa cometa, y que se ha encontrado en el Código una penalidad terrible, pues llegaba hasta la de cadena perpetua, ha cambiado para esos rarísimos casos aquella pena por la de suspensión del periódico: esto no agravará ciertamente la suerte del periodista y no estorbará la misión de la prensa. (Rumores en los bancos de la minoría democrática.) En último resultado, Sres. Diputados, vendrá la discusión y veremos lo que de ella resulta. (Bien, muy bien.)

Se ha hablado del juramento. Respecto del juramento el Gobierno no ha tomado iniciativa alguna: lo dijo el Senado: una vez que aquí se hizo una pregunta sobre ese asunto, ha dicho primero al Sr. Moret, [3629] y después a otros Sres. Diputados, que este era asunto de la exclusiva competencia de la Cámara; pero se nombró una Comisión a consecuencia de la proposición del Sr. Becerra, y en esa Comisión estaban divididos los pareceres. Unos querían el statu quo, que continuase el precepto reglamentario; otros deseaban la abolición completa y absoluta del juramento, y otros se inclinaban a una solución media con el propósito de conciliar las dos opiniones anteriores y de poner en armonía la prescripción reglamentaria y el artículo de la Constitución del Estado en que se consigna la libertad religiosa.

Fue un Sr. Ministro a esa Comisión, y viendo que cada uno estaba firme en su opinión, propuso una solución media; pero en último resultado, el Gobierno deja la cuestión íntegra al Congreso, porque es de su exclusiva competencia. Al Gobierno le basta mantener el derecho y el deber que tiene de intervenir para que ni dentro de las Cortes ni fuera de las Cortes se falte a los respetos que merecen las altas instituciones y los Poderes del Estado; fuera de esto, deja libre al criterio de los Sres. Diputados la resolución del problema.

¿Qué cargos, pues, hay para el Gobierno, ni en la cuestión de imprenta ni en la de juramento? ¡Ah! Se buscan cargos y se inventan, y esta es nuestra desdicha; que al fin, bastantes y sobrados son nuestros adversarios para formularlos, sin necesidad de que se les den inventados por nuestros amigos. (Muy bien.)

Los que quieran el Jurado lo tienen seguro por el procedimiento del Gobierno; no hay en esto dificultad alguna. ¿Quieren más garantías nuestros amigos? Entonces digan francamente que no tienen confianza en el Gobierno. ¿Qué quiere decir, si no, el voto particular del Sr. Rivas? Y si no tienen confianza en el Gobierno, y si no tienen confianza en mí, hacen bien en separarse de mí; tengo mucho sentimiento de que mis amigos, con excesiva vehemencia por plantear ciertas mejoras que más detenidamente planteadas fructificarían mejor y tendrían más condiciones de estabilidad, que mis amigos no tengan inconveniente en quebrantar la situación, en perturbar la disciplina del partido y en cometer los mismos errores, que han sido causa siempre, siempre, siempre, de las desgracias de los partidos liberales, de la pérdida de la libertad y de los males de la Patria.

Yo siento que muchos amigos míos que conmigo han compartido las penalidades de la oposición, sin que haya yo dado nunca motivo de arrepentimiento, se separen de mí porque no tengan en mí confianza; pero declaro que sería mayor mi sentimiento si por consideraciones personales, que no por gratitud, por gratitud no, que si algo he podido hacer por algunos de ellos, siempre han merecido más de lo que yo haya hecho por ellos; pero repito que sería mayor mi sentimiento si por consideraciones personales siguen a mi lado sin convicción y con desconfianza; y si tal sucediera, declaro que prefiero verlos enfrente, pues me gusta más el adversario resuelto y descubierto que no el amigo receloso. (Muy bien, muy bien.)

Confío todavía en que a mi lado estarán; pero si han de estarlo, que lo estén de veras y sometiéndose a mi dirección; porque si las minorías no pueden tener fuerza si oyen otra voz que la de sus jefes naturales, las mayorías se convierten en verdaderas torres de Babel cuando oyen otra voz que la de sus jefes, y el jefe de las mayorías es el Presidente del Consejo de Ministros. (Bien, muy bien.)

No tengan cuidado esos amigos míos, que a la realización de todos los compromisos del partido constitucional hemos de ir; ¿y cómo no habíamos de ir, si esa es la base, la causa de la existencia de este Gobierno? Pero el momento, el orden en que se han de hacer esas reformas, la extensión de esas reformas, ¿a quién compete, Sres. Diputados? ¿A cada uno de los individuos de la mayoría, o al Gobierno, y a mí principalmente? Eso me corresponde a mí; que si hoy el Sr. Rivas, mañana otros Sres. Diputados con igual derecho que S. S. traen otra cuestión y quieren darle el giro que les parezca y determinar la oportunidad, la extensión y el orden en que han de hacerse las reformas, entonces, como aquí (Señalando a su asiento) no hay puesto más que para uno todos los demás que pudieran hacer lo que el Sr. Rivas sobrarían, y S. S. tendría las dificultades que yo de ninguna manera quiero tener más tiempo. (Muy bien, muy bien.)

Señores Diputados, yo me inspiro siempre en las opiniones de mi partido; yo oigo a todos mis amigos; no hay quizá hombre político más accesible que yo; todos mis amigos tienen abierta siempre mi casa y mis brazos para recibirlos; al mismo tiempo, como mi deber me impone, siento constantemente las pulsaciones y los latidos de la opinión del país, y mis resoluciones están basadas en la resultantes de aquella opiniones y de estas pulsaciones. Podré equivocarme, ciertamente; ¡ah! ¡quién es infalible en la tierra! ¡pero negarme a mí mis amigos buen deseo y buena fe! No, no; para eso no tienen derecho, porque esas cualidades no me las niegan a mí ni aún mis adversarios. (Es verdad, es verdad.)

Por consiguiente, esté tranquilo el Sr. Linares, que no ha de caer de mis manos la bandera de la libertad; comprenda S. S. que no ha hecho bien (en sentido político, que en todo lo demás no puede hacer nada que no sea digno) en manifestar sus prisas, sus impaciencias. El Gobierno dice que no puede ir de prisa; pero caminando como camina el Gobierno, el Jurado se establecerá. Reitere S. S. el voto particular; no ponga a algunos de sus amigos en el compromiso de votar con S. S., porque por mucho que les halague a esos señores el voto particular de S. S., y por equivocados que estén en la significación que tiene respecto del dictamen, a mí me parece que no se han de separar del Gobierno y de mí sino con mucho disgusto y con gran dolor, que al fin somos sus amigos.

Téngalo presente los señores que piensen votar en pro del voto particular; esta es una escisión, es una disidencia, y las disidencias y las escisiones son el principio de la desgracia de los partidos.

Yo procuraré, a pesar de esas escisiones y de esas disidencias, si desgraciadamente llegan, que no sufra la libertad. En muchas ocasiones me he quedado con pocos amigos, y a pesar de eso he conseguido, he logrado que no se pierda la libertad; y a pesar de eso he conseguido, puedo decirlo sin jactancia, que mi partido sostenga la bandera de la libertad, y en ocasiones en que era mucho más difícil que ahora; pero en aquellas circunstancias, como en éstas, no he de dejar de enarbolar su bandera, y la enarbolaré con la energía y con la constancia que siempre la sostuve. (Grandes aplausos. -Varios Sres. Diputados: A votar, a votar.) [3630]



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